por Jimmy Johnson

Uno de los principales papeles de un director de cine en cualquier investigación es destacar el tema de la narrativa a través del entretenimiento, de la información, planteando retos y cualquier otro tipo de actividad. Rachel, el nuevo documental de Simone Bitton sobre la muerte de Rachel Corrie, activista en el Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM), lucha por conseguir este objetivo.
El documental de Bitton adopta un tono estéril y distanciado al relatar los acontecimientos que rodearon la muerte de Corrie en Rafah en 2003. Con este distanciamiento, Bitton no busca la objetividad: su simpatía está del lado de Corrie, de la familia Nasrallahcuya casa intentaba defender Corrie, y de otras víctimas de la ocupación. Apesar de ello, Rachel trata estos temas de manera mecánica: contiene mucha información y varios puntos de vista sobre un tema que suscita vivas pasiones, pero no consigue involucrarnos.
Rachel comienza con planos del casco antiguo de Jerusalén y una voz en off lee cartas que Corrie escribió a amigos, familiares y compañeros activistas. Las voces pertenecen a activistas de ISM, muchos de los cuales también aparecen ante la cámara. Se entra en contacto con varias personas, desde el patólogo que examinó el cuerpo de Corrie, los activistas palestinos o los padres de Corrie, hasta soldados israelíes, portavoces militares y anarquistas, entre otros.
Bitton aprovecha el amplio abanico de participantes para plantear una larga lista de interrogantes a una gran variedad de individuos. Para ello, lleva a cabo entrevistas en las que presta mucha atención a los detalles, como si describir la altura exacta de un montón de tierra aclarase la ética en cuestión y, en este aspecto, el documental comparte grandes fallos con varios de los relatos de los últimos momentos de Corrie. Esto no significa que los detalles no sean importantes: como se suele decir, Dios está en ellos. Sin embargo, utilizando otro aforismo, también es posible que los árboles no nos dejen ver el bosque. La intención de Bitton no es narrar el relato definitivo de lo que ocurrió el 16 de marzo del 2003, sino investigar los detalles desde todos los puntos de vista.
Insisto en que los detalles son importantes, pero la ética fundamental es que, en primer lugar, el ejército israelí no tenía por qué haber estado allí. En derecho penal, esta ética se presenta de manera explícita a través de la intención criminal (means rea) del ofensor. Si alguien utiliza una pieza de maquinaria de forma agresiva para destruir propiedad, sabiendo que hay cerca personas en peligro, y una persona muere de manera no intencionada como consecuencia del ataque, este acto constituye un asesinato aun cuando no exista intención criminal específica, ya que cualquier persona razonable podría haber previsto el resultado.
En el documental, el relato más sublime de la muerte de Corrie es el del operador de una excavadora que, involuntariamente, empujó un montón de tierra sobre ella, provocando que se ahogara (según la versión del ejército), mientras se perpetraba un crimen de guerra (según la versión de todos los demás). Este crimen es la destrucción masiva de propiedad privada como castigo colectivo. Dejemos las cosas claras: si esto ocurrió realmente y su muerte fue causada involuntariamente mientras se perpetraba un crimen de guerra, el hecho difícilmente exculparía al ejercito de Israel o al conductor dela excavadora. La culpa legal y moral es idéntica, está unida por el mismo vínculo que la relación causativa entre acción y consecuencia, con la salvedad de que el propósito cambia, es decir no se trata de una ofensiva visceral, como la que se produce en un asesinato deliberado.
Esta versión de confusión en torno a la muerte de Rachel Corrie puede compararse con la de las circunstancias en torno al comienzo de la Guerra de 1967. La verdadera pregunta que hay que plantearse en relación con la liberación de Palestina no es quién empezó la guerra, ya que según la ley internacional, ningún territorio puede ser adquirido por la fuerza ni defensiva ni ofensiva. Es decir, no sólo no debía haber muerto Corrie, sino que las operaciones en sí mismas no deberían haber tenido lugar. En el documental de Bitton los árboles no nos dejan ver el bosque que rodea la muerte de Corrie. Esta visión solo aparece brevemente durante una entrevista para la televisión de Israel con los trabajadores de la máquina excavadora: cuando les preguntan cómo podría haberse evitado la muerte de Corrie, contestan: “Si nos hubieran dicho váyanse y no trabajen ahí”. Esta es prácticamente la única certeza a la que se puede llegar aquí y tiene que ver con el único aspecto que no se ha investigado.
Bitton es una entrevistadora empática, aunque no duda en plantear desafíos a los entrevistados y a sí misma. Uno de estos desafíos ocurre cuando habla con Alice Coy, del ISM, que recuerda que el cuerpo de Corrie tuvo que cambiarse de una camilla de examen a otra para dejar sitio al cuerpo de un civil palestino asesinado. Surge entonces una conversación reveladora:
Bitton pregunta: “¿Sabe lo que le ocurrió a este hombre?”, a lo que Coy responde “Había salido de casa a fumarse un cigarrillo… y un francotirador le disparó. No hubo ningún medio que cubriera la noticia de que un palestino fue disparado. El hecho de que no haya ninguna noticia, ni fotos de Salim Najjar en Internet, ni historia alguna sobre este hombre, sobre cómo era…”, reflexiona Bitton. “Nadie hará un documental sobre él”. “Nadie”, afirma Coy, “hará un documental sobre él”.
Es en momentos como éste en los que se vislumbra lo que la película Rachel quiere conseguir, y lo que casi consigue. En esta secuencia, Bitton reflexiona sobre su propio voyeurismo, restringido eficazmente en el documental, pero también invita a la audiencia a que examine su propia actitud de voyeurismo y el valor que para ellos tiene la vida de un norteamericano comparada con la de un civil palestino.
La participación de los amigos, profesores y familiares de Corrie dan una idea de la persona que era, y el frío documental contrasta crudamente con el afecto que sienten por ella. La entrevista con el cofundador Ghassan Andoni casi consigue romper este frío marco y resalta la notable teoría de no-violencia intervencionista y ofensiva sobre la que se basa el ISM. Sin embargo, la distancia y la frialdad que Bitton establece mantienen a cierta distanca un desarrollo revolucionario, una participación de la sociedad civil internacional que es cada vez menos frecuente en la historia de la humanidad.
Gran parte del problema es que Rachel es un documental de estilo simple mezclado con algunas grabaciones e imágenes fijas. La película se basa por completo en las acciones físicas llevadas a cabo por Corrie y otros activistas del ISM, y todos menos tres están sentados en posiciones estáticas durante sus entrevistas. Hay una energía palpable que empieza a fluir cuando se entrevista al patólogo que está en pie, aunque no se mueve. De un modo parecido, hay dos tomas que insuflan vida al tedio. La primera es la toma en el que el doctor Samir Nasrallah, cuya casa Corrie estaba protegiendo, narra los acontecimientos de aquel día mientras deambula entre los escombros de su antigua casa. La segunda muestra a Yonatan Pollack guiando a Bitton a través de su antiguo piso en Tel Aviv, que fue un refugio del ISM en aquella época. La estética estática alcanza una desafortunada perfección, con una voz en off que describe una fotografía fija que, en el documental, carece de lenguaje corporal, de expresión facial, de gestos, del contexto íntimo que hacen que este tipo de fotos, con una narración en persona, se conviertan una experiencia viva.
De manera general, la cámara de Bitton parece ser más una lente protectora que resguarda a la audiencia del suceso narrado que una ventana abierta a investigar la solidaridad en profundidad.
Traductora: Sarah Blanquet
Correctora: Denisa- Karla Anusca
Fecha de publicación en castellano: Agosto 2011
Fuente: Simone Bitton’s investigative documentary Rachel; Jimmy Johnson, The Electronic Intifada, 16 de abril de 2010