por Jimmy Johnson

Basado en hechos reales, Budrus es un documental infame, el más prominente del subgénero de ciencia ficción de la Space Opera (ópera espacial). El principal defecto de este estilo es que, en general, no consigue crear un personaje de manera eficaz a partir de una sucesión de acontecimientos. Budrus es una historia basada en hechos reales que consigue capturar el momento de manera convincente, a pesar del desarrollo mínimo de los personajes. La directora Julia Bacha combina tomas convencionales con entrevistas in situ, imágenes preciosas y a veces caóticas de las protestas, mapas, gráficos y algún texto que expone para componer una bonita película que explora la evolución de la resistencia en contra del muro de Israel en Budrus, una aldea cisjordana que reclama su destino.
La película empieza con el organizador de la comunidad palestina, Ayed Morrar, diseñando estrategias de “resistencia popular y no violencia”. Morrar reúne los principios básicos de la lucha: el pueblo palestino reivindica el derecho a la autodeterminación y a la dignidad. Occidente, incluido Israel, adoptó estos aspectos hace mucho tiempo. La diferencia con Budrus es que los palestinos los toman más en serio que Occidente. Evidentemente, creen que son igualmente humanos y defienden que esos derechos son literalmente universales. ¡Cómo se atreven!
Israel disfruta de forma privilegiada de los derechos, lo que se refleja en la película en una entrevista con el capitán del ejército israelí Doron Spielman, quien afirma: “A fin de cuentas, una protesta no violenta no va a acabar con la barrera. Eso no va a suceder, porque los hombres, las mujeres y los niños de Israel necesitan dormir por la noche”. Es la representación más auténtica posible de la lógica de Israel durante sus 43 años de ocupación. También representa unos ideales muy limitados, muy comunes en la sociedad israelí: puesto que la paz verdadera se considera inalcanzable, “paz y tranquilidad” se convierten en sustitutos ideales. Bacha permite que Spielman y los demás digan lo que piensan e introduce sus comentarios en la película en función del contexto; a lo largo de la película, sólo una vez presenta opiniones claramente contradictorias, una a continuación de otra.
Los tres personajes principales de la película son el pueblo de Budrus, el muro israelí en la Cisjordania ocupada y “la Lucha”. La interacción entre estos personajes da testimonio de la intimidad entre el entorno de la cultura y la cultura enla vida. Un agricultor de la zona explica que en los pueblos agrícolas como Budrus, “la muerte, el robo de la tierra y el desarraigo de los árboles son una misma cosa”. Este contexto da más importancia a las escenas en las que el ejército israelí arranca un olivar. La relación tierra-cultura-vida nunca se ha visto más clara que una escena en la que un agricultor de mediana edad le dice a un policía fronterizo: “¿Ha arrancado usted mis olivos? No tengo a donde trasladarlos”. El dolor y la perturbación se podían leer en sus expresiones y gestos.

Mientras tanto, Iltizam, la hija de Ayed, manifiesta su escepticismo acerca de la falta de participación de las mujeres. “Hemos visto a los hombres tratando de empujar a los soldados y ninguno lo conseguía”, dice con una sonrisa cómplice. “Pero creo que las chicas sí que podrían hacerlo”. Y así fue. Y así lo hicieron.
La película está al borde de caer en todo tipo de trampas de sentimentalismo y estereotipos, pero lo hace. Aunque parezca decantarse por el partidismo político, tampoco lo hace. Da la sensación de que va a caer en la manifestación palestina de “Oh, también hay israelíes muy amables”, y con eso se evita la respuesta fácil pero no es porque Budrus sea una película extraordinariamente lograda. Hay una falta casi absoluta de desarrollo de los personajes y de contexto temporal (¿Cuándo sucedió todo esto? ¿Cuánto tiempo duró?). A menudo, la película es muy predecible, lo que la convierte en imperfecta. La fotografía no es demasiado brillante, pero es discreta. Aunque la película no parece ser tan buena como es en realidad, Budrus realmente consigue capturar un momento estelar gracias a Ayed, a Iltizam, al profesor y organizador Ahmed Awwad, a la policía fronteriza israelí, a los portavoces militares, a los activistas y anarquistas que se suman en las secuencias de las protestas, a la organización, la brutalidad policial y los debates. Y “la Lucha” se convierte en un personaje muy emotivo, a pesar de que las personas que la representan siguen siendo en gran medida accesorias.
La película comete algún que otro error notable de los que los cineastas son solo parcialmente responsables y de vez en cuando recurre a versiones simplistas como del tipo “no podríamos llevarnos todos bien”. El reciente artículo de opinión de Nicolas Kristof en el New York Times plantea que la película y el pueblo son parte de una sugerencia horriblemente paternalista del hecho que los palestinos sólo necesitan tener “su propio Gandhi” para merecer el derecho ala autodeterminación. La realidad de la solidaridad y la lucha conjunta entre los israelíes de izquierda y los palestinos es muy compleja debido a la dinámica ocupante-ocupado y colonizador-colonizado. La población de Budrus y los compañeros que se han solidarizado con ellos han luchado mucho aunque no siempre con éxito para dirigir esta relación de colonialismo y reconocer la tensión entre la verdadera solidaridad y el paternalismo. El tema de la película es muy amplio y no se profundiza en el aspecto de la lucha, como es comprensible, ya que la película trata sobre Budrus, su gente y su lucha, y no sobre la izquierda israelí y los otros. Por esta razón, es probable que a los liberales occidentales como Kristof les encante la película, que se maravillen de los árabes que sorprendentemente deciden no hacerse explotar, que se pregunten en voz alta cómo se dice “Gandhi” en árabe. La culpa es más de su propia falta de comprensión de los acontecimientos de Budrus (¡y de Gandhi!) que de Bacha, pero si los personajes de la película se hubieran desarrollado más, probablemente reflejarían mejor la compleja dinámica en juego.
La victoria de un pequeño pueblo de Cisjordania al conseguir desplazar el muro unos pocos kilómetros y recuperar la gran mayoría de las tierras confiscadas por Israel es un logro bastante impresionante, al margen del contexto de la ocupación. Para los más versados en las bases de la organización palestina es un logro difícil de creer, ya que la inmensa diferencia económica, militar y poder político entre israelíes y palestinos normalmente hace que las disputas se resuelvan a favor de Israel. Pero esto no pasa en Budrus. Y la película de Julia Bacha capta realmente este momento revolucionario y lo comparte con el público.
Un compañero de Eugene Debs, una vez dijo: “Ese viejo con los ojos en llamas realmente cree que puede haber una cosa tal como la hermandad del hombre. Y esto no es lo mejor. Siempre que él esté cerca, yo también lo creo”. Budrus es así.
Jimmy Johnson es mecánico y vive en Detroit. Se puede contactar con él en johnson.jimmy@gmail.com.
Traductora: Denisa- Karla Anusca
Correctora: Isabel Calderón
Fecha de publicación en castellano: Agosto 2011
Fuente: The story of a people’s resistance told in Budrus, Jimmy Johnson, The Electronic Intifada, 20 de julio de 2010.
http://electronicintifada.net/v2/article11407.shtml
Correctora: Isabel Calderón
Fecha de publicación en castellano: Agosto 2011
Fuente: The story of a people’s resistance told in Budrus, Jimmy Johnson, The Electronic Intifada, 20 de julio de 2010.
http://electronicintifada.net/v2/article11407.shtml