Lucha surrealista en «Zindeeq», de Michel Khleifi

por Maureen Clare Murphy

Mohammad Bakri y Mira Awad en "Zindeeq" de Michel Khleifi

Michel Khleifi, el célebre director de “Boda en Galilea”, enfoca la cámara hacia su interior con este largometraje realizado en 2009, «Zindeeq» (término que incluye significados como “ateo” y “librepensador”), presentado este viernes en la apertura del Festival anual de Cine Palestino de Chicago. Es el primer largometraje de Khleifi en 14 años. Su película más reciente fue el documental de 2003 que filmó en colaboración con Eyal Sivan, “Ruta 181: Fragmentos de un viaje por Palestina-Israel” («Route 181: Fragments of a Journey in Palestine-Israel»).

El protagonista de «Zindeeq», a quien en la película nunca se hace referencia por su nombre y que está representado por el destacado actor palestino Mohammad Bakri, es un cineasta expatriado de Nazaret que regresa a su país para entrevistar a los refugiados de la expulsión de 1948, o la Nakba, en Cisjordania. Incapaz de llegar a casa de su hermana en Nazaret después de un día de rodaje porque su sobrino había matado a un hombre y todos los varones de la familia eran objeto de venganza, el cineasta acaba siendo un exiliado en su país, mientras en un hotel tras otro le informan de que no es bienvenido.

En un momento dado, después de que un simpático dependiente intenta convencer a su jefe para que le alquile una habitación al cineasta, nuestro protagonista pregunta por qué le rechazan. El joven dependiente se le queda mirando fijamente. Quizás el protagonista logra entender la razón por la cual no encuentra una habitación en Nazaret mientras los fiesteros soldados israelíes y la élite árabe no tienen que hacer frente a tal prohibición, pero el espectador no obtiene suficientes pistas para descifrar el motivo.

Mientras la película rebosa simbolismo, la narrativa es demasiado fina y el diálogo demasiado escaso para que el viaje del protagonista resulte trascendente. Entre tanto, otros mecanismos de la narrativa confunden en vez de clarificar. El protagonista está filmando constantemente o revisando el metraje de su documental con su cámara manual, pero algunas veces la cámara sirve para dar apoyo a la secuencia de un sueño o un recuerdo retrospectivo. Sin embargo, la falta de un contraste nítido entre diferentes tipos de secuencias hace que seguir la narrativa o sentir lo que le va a ocurrir al protagonista se convierta en todo un reto.

Asimismo, la película está cargada de metáforas y alusiones bíblicas que a veces hacen la narrativa excesivamente abstracta. En otras ocasiones, sin embargo, el simbolismo tiene más éxito. Durante su viaje nocturno, el protagonista encuentra que los pozos de la fuente de la virgen María en Nazaret se secaron y un hombre borracho en la calle le ofrece un trago de su botella que el inicialmente agradecido protagonista aprende por las malas que está cargado de alcohol. El borracho, divertido, explica lúcidamente que la fuente se secó hace tiempo y que ahora la empresa estatal de agua de Israel, Mekorot, vende agua a la iglesia. Un viajero cansado encontrará alcohol donde una vez brotó una fuente, y por la noche bandas de matones errantes patrullan la patria de Jesús, y trabajadores sin documentación, incluyendo niños, ocupan casas abandonadas por temor a ser arrestados en el Nazaret contemporáneo de Khleifi.

Paralelamente a su intento de encontrar un lugar donde descansar, el protagonista intenta comprender las acciones de la generación de sus padres. Como si fuera un médico entrevistando a un paciente sobre sus síntomas, entrevista a un refugiado en Ramallah sobre las circunstancias de su exilio de Lydd, en lo que ahora se considera Israel. Sin embargo, la pregunta verdaderamente relevante para el protagonista es por qué sus padres permanecieron en Nazaret durante la Nakba de 1948.

La reconciliación del protagonista con su propio pasado se entrelaza con la aceptación de la historia de sus padres. La ayudante del protagonista y su interés romántico, Racha, se convierte en una revelación para él y su paz parece depender de que ella perdone sus pecados carnales. Pero el contraste entre la conexión más espiritual del personaje con Racha y las muchas otras mujeres que están más disponibles sexualmente para él se da por hecho, un problema que rebaja la narrativa (el personaje de Racha está representado por Mira Awad, quien el año pasado recibió una carta de Bakri, su compañero de reparto entre otros actores palestinos que había en Israel, pidiéndole que no participara en el festival de Eurovisión en el que [ella] co-representaba a Israel. La semana pasada protagonizó de nuevo los titulares cuando abandonó el Concierto por la Independencia de Israel de la Federación Sionista del Reino Unido en Londres, negando las noticias de que lo había cancelado por amenazas contra ella y su familia).

Sin embargo, más rico que la fina línea conspirativa de Racha es el tratamiento del conflicto intra-palestino y el retrato de una sociedad donde los vecinos “no tienen tiempo” en el sentido de que no importa cuánto tiempo pase, los vecinos no pueden convertirse en extraños, mientras que, al mismo tiempo, la acción de uno de sus miembros puede arrastrar a toda una familia a la violencia. Algunas de esas contradicciones internas se abordan en “El cumpleaños de Laila”  (Layla’s Birthday») (2008), de Rachid Masharawi (que también representó Bakri al volante de un coche durante gran parte de la película, esta vez haciendo el papel de conductor de taxi).

Asimismo, Khleifi no es el primero en tratar el tema del sentimiento de fracaso de la generación de 1948; “Crónica de una desaparición”, de su colega y cineasta de Nazaret Elia Suleiman, sigue igualmente a un protagonista sin nombre exiliado en su propio país y muestra a sus padres dormitando frente al televisor mientras la bandera de Israel ondea en la pantalla y suena el himno nacional. Mientras la Crónica de Suleiman es una serie de viñetas con bordes cortantes, las escenas nocturnas de Khleifi son más difusas en los bordes, produciendo un tono soñador, incluso lánguido.

Una comparación adicional con otra película palestina reciente ayuda a distinguir la producción de Khleifi y demostrar la amplitud del estilo de los cineastas palestinos actuales. Como la protagonista Soraya en «La sal de este mar» («Salt of this Sea») (2008) de Annemarie Jacir, el protagonista de Khleifi es un palestino que vive en la diáspora y vuelve a su país. Aunque ninguna de las películas liga sus narrativas con un nudo claro, la película de Jacir usa un simbolismo popular palestino como las ruinas de aldeas destruidas para construir su caso cinemático por la causa palestina, mientras que la película de Khleifi utiliza otro lenguaje visual completamente distinto para tratar otra faceta de la Nakba de 1948. Que las dos películas aparezcan en años consecutivos es un tributo a la realización y narración palestinas –reafirmado con un guiño cuando el protagonista de Khleifi, mostrando a un niño de Gaza que mendigaba en las calles de Nazaret cómo sostener una cámara, dice “Hacemos películas, no guerras”.

Para mayor información sobre el Festival de Cine Palestino de Chicago visite http://palestinefilmfest.com/.

Maureen Clare Murphy es editora jefe de The Electronic Intifada.


Traductor: Luis Javier Garavito Barrera
Correctora: Denisa- Karla Anusca
Fecha de publicación en castellano: Abril 2011
Fuente: Film review: Surreal struggle in Michel Khleifi’s “Zindeeq”, Maureen Clare Murphy, The Electronic Intifada, April 2010.

http://electronicintifada.net/v2/article11204.shtml

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